Mi abuelo Segundo, el inglés, se instaló aquí con su familia al poco tiempo de nacer mi madre.
El piso de arriba de todo, como nosotros siempre le llamamos, cumplía los requisitos para ser un pequeño apartamento y funcionar de manera autónoma al resto de la vivienda. Tenía una salita, una habitación, una cocina y un aseo al que se accedía desde fuera, por las escaleras.
Cuando la abuela heredó la casa, en cuanto pudieron, montaron una cocina en la planta baja, y la de esta planta se convirtió en un trastero. Ocupaba, con el aseo, lo que es el actual cuarto de baño.
Para mí, esta planta era otro mundo al que solo subía a ver la tele, o a acurrucarme en cama con mi abuela en las noches con temporales de invierno, cuando la casa crujía, y el viento se colaba silbando por las ranuras de los balcones. Qué miedo tenemos pasado…
Un cuadrado en el techo de la cocina era el acceso al “faiado”, una zona bajo cubierta al que se accedía por una rudimentaria escalera hecha artesanalmente por Segundo.
Descubrir la piedra y ocupar todo ese hueco hasta el tejado le ha dado a esta estancia una luz muy especial, como era mi abuelo. Un hombre moderno, con mucho mundo viajado y muchas experiencias vividas bajo su otro nombre, Celso.
Espero que disfrutéis de vuestro paso por esta habitación tanto como él aprovechó sus rutas a lo largo de todo el mundo.
Esta habitación, hace muchos años fue una bodega que mis abuelos convirtieron en cocina.
Era la estancia principal de la casa. La vida se desarrollaba...