Esta habitación, hace muchos años fue una bodega que mis abuelos convirtieron en cocina.
Era la estancia principal de la casa. La vida se desarrollaba en torno a una mesa de formica en la que se comía, se hacían los deberes y la yaya dibujaba con tizas de colores trazos en telas que cortaba y convertía en ropa. A mi aquello me maravillaba. Nuestra cocina era un taller de costura lleno de retales, hilos, alfileres y botones. Toñita se pasaba todo el día cosiendo. Su máquina de coser, ahora recuperada y reconvertida en mesa, ocupa de nuevo su viejo lugar bajo la ventana.
Un lavadero de piedra, que estaba donde ahora hay un sofá, se convertía en improvisada bañera en la que me aseaban de pequeño. En el lugar que ahora ocupa el inodoro se instaló el primer baño de la casa. Tan rudimentario que, como ducha, mi abuelo “inventó” un sistema con un cubo de agua y una cuerda que ahora es tendencia en los spas.
En esta nueva etapa intenté recuperar la esencia de la casa respetando lo máximo posible la estructura original y añadiéndole las comodidades que buscamos a la hora de viajar.
Espero que la disfrutéis tanto como todas las personas que pasaron antes por ella.
Mi abuelo Segundo, el inglés, se instaló aquí con su familia al poco tiempo de nacer mi madre.
El piso de arriba de todo, como nosotros siempre le llamamos,...